Bueno, realmente este
chico no era el mejor. No era el que más anotaba (salvo excepciones de tronío
como aquel magnífico partido en el Staples), no era el que más asistía, no era
seguramente el mejor líder dentro del vestuario, ni el mejor defensor del
mundo. Pero no lo necesitaba. Y eso es lo mejor que puedo decir de él. Era
especial por sí solo. Por su historia, por sus dificultades y sus
excentricidades. También por sus locuras. Le amabas o le odiabas y yo, lo reconozco, estaba en el primer
grupo porque la historia de Gilbert Arenas es pura inspiración, aunque acabará
todo lo mal que nos podemos imaginar.
Me da pena entrar con la
curiosidad de un adolescente en la ficha de Gilbert Arenas y ver la edad que
tiene. 33 años cumplidos en enero. Y retirado. En una NBA en la que las
carreras son cada vez más longevas, Gilbert Arenas lleva sin jugar para un
equipo de la mejor liga del mundo desde el año 2012, cuando tuvo un corto
escarceo con Memphis Grizzlies. Fue su último equipo NBA antes de probar suerte
en un baloncesto al alza pero que sin duda parecía quedarse corto para sus
cualidades como jugador, el baloncesto chino. Poco duro la aventura. Retirada
definitiva y final a una historia de amor, la de Arenas con el baloncesto, que
sobrevivía a duras penas y maltrecha desde hace años.
Hay tantas cosas que
contar de la vida y obra de Gilbert Arenas que uno tiene serias dificultades a
la hora de empezar. Merece la pena hacerlo por la tristeza del final, la que
empezó con el desmoronamiento de su rodilla y que tuvo como colofón su problema
con las armas y un compañero de equipo, Javaris Crittenton. En la cresta de la
ola de una carrera que acababa de empezar, Gilbert Arenas pasaba de jugar 74
partidos en la temporada 2006-2007 a apenas 15 en las dos temporadas
siguientes. Un absoluto desastre provocado por la endeblez de las
articulaciones más castigadas en el baloncesto. El principio del fin.
Las pistolas mejor guardadas Gilbert
El final fue tan triste y
grotesco y se dilató tanto en el tiempo (2007, su primera lesión, hasta 2012 su
retirada definitiva) que puede que se nos haya olvidado la calidad y el tipo de
jugador del que estamos hablando. Tal vez el partido más recordado de Arenas
fue una visita de su equipo, los Wizards, al Staples Center para enfrentarse
con los Lakers de Kobe Bryant. 60 puntos y 8 asistencias con esos aires de
suficiencia, con esa cara de “como si os queréis poner los cinco y todo el
banquillo delante, la voy a meter”. Y la metía. Fue su mayor exhibición. Kobe Bryant solo podía decir
esto al acabar el partido:
"But [Arenas] individually, it's funny. He doesn't seem
to have much of a conscience. I really don't think he does. Some of the shots
he took tonight, you miss those, and they're just terrible shots. Awful. You
make them and they're unbelievable shots. I don't get a chance to play him
much, so I haven't gotten used to that mentality of just chucking it up there.
He made some big ones, but I'll be ready next time."
Un jugador con la frialdad y la decisión pare
desenvolverse con éxito en el clutch time. Letal desde la media y larga
distancia y capaz de hacer destrozos en las defensas con su capacidad de
penetrar. Un trabajador incansable, un entregado al baloncesto obsesionado con
mejorar que llegaba a entrenar 10 horas al día, muchas de ellas en la cancha de
su mansión.
Tres veces All- Star, tal vez no recibió el
reconocimiento que merecía por ser contemporáneo de otros anotadores más
salvajes como Kobe Bryant o Allen Iverson. Otra dificultad más para un hombre
que tuvo que superarlas desde que era niño, cuando su madre adolescente perdió
la custodia y fue su padre sin recursos el que se hizo cargo de él. Esa época
de idas y venidas construyó la que es, tal vez, una de las personalidades más
especiales de toda la historia de la liga.
Las anécdotas de Gilbert Arenas son
innumerables y a mi modo de ver insuperables. Excéntricas e incómodas para su
condición de profesional como la de jugar partidas de poker en los descansos de
los partidos. Otras que explican su dura mentalidad como la de vestir el número
0 porque su entrenador colegial le dijo que esos eran los minutos que iba a
jugar (ay los entrenadores). Y otras desagradables como defecar en las
zapatillas de un novato y otras inspiradoras como el proceso anterior al
lanzamiento de los tiros libres.
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