domingo, 2 de agosto de 2015

Difícil de entender

Bueno, realmente este chico no era el mejor. No era el que más anotaba (salvo excepciones de tronío como aquel magnífico partido en el Staples), no era el que más asistía, no era seguramente el mejor líder dentro del vestuario, ni el mejor defensor del mundo. Pero no lo necesitaba. Y eso es lo mejor que puedo decir de él. Era especial por sí solo. Por su historia, por sus dificultades y sus excentricidades. También por sus locuras. Le amabas o le odiabas y yo, lo reconozco, estaba en el primer grupo porque la historia de Gilbert Arenas es pura inspiración, aunque acabará todo lo mal que nos podemos imaginar.

Me da pena entrar con la curiosidad de un adolescente en la ficha de Gilbert Arenas y ver la edad que tiene. 33 años cumplidos en enero. Y retirado. En una NBA en la que las carreras son cada vez más longevas, Gilbert Arenas lleva sin jugar para un equipo de la mejor liga del mundo desde el año 2012, cuando tuvo un corto escarceo con Memphis Grizzlies. Fue su último equipo NBA antes de probar suerte en un baloncesto al alza pero que sin duda parecía quedarse corto para sus cualidades como jugador, el baloncesto chino. Poco duro la aventura. Retirada definitiva y final a una historia de amor, la de Arenas con el baloncesto, que sobrevivía a duras penas y maltrecha desde hace años.

Hay tantas cosas que contar de la vida y obra de Gilbert Arenas que uno tiene serias dificultades a la hora de empezar. Merece la pena hacerlo por la tristeza del final, la que empezó con el desmoronamiento de su rodilla y que tuvo como colofón su problema con las armas y un compañero de equipo, Javaris Crittenton. En la cresta de la ola de una carrera que acababa de empezar, Gilbert Arenas pasaba de jugar 74 partidos en la temporada 2006-2007 a apenas 15 en las dos temporadas siguientes. Un absoluto desastre provocado por la endeblez de las articulaciones más castigadas en el baloncesto. El principio del fin.

Sin embargo, Gilbert no había sido ni el primer jugador ni el último con problemas de rodillas. Las lesiones le habían empujado al ataúd pero nadie le había puesto clavos. Él podía luchar por salir y volver a un nivel decente como tantos jugadores que, con mayor o menor éxito, regresan a jugar en la NBA y recuperan la sonrisa con un balón de  baloncesto. El de Tampa no pudo. El mismo fue quien puso los clavos al ataúd como jugador de baloncesto. La temporada 2009-2010 iba a traer consigo uno de los episodios más graves y vergonzantes de la historia de la NBA. Un vestuario, unos compañeros, armas y deudas de juego. Crittenton perdiendo a un conocido juego de cartas, Arenas poniendo ese punto picante que a veces sobra, amenazas y encontronazo en el vestuario con armas. Un espectáculo dantesco que acabó con la reputación del base- escolta, antes de eso un tipo simpático.  

Las pistolas mejor guardadas Gilbert

El final fue tan triste y grotesco y se dilató tanto en el tiempo (2007, su primera lesión, hasta 2012 su retirada definitiva) que puede que se nos haya olvidado la calidad y el tipo de jugador del que estamos hablando. Tal vez el partido más recordado de Arenas fue una visita de su equipo, los Wizards, al Staples Center para enfrentarse con los Lakers de Kobe Bryant. 60 puntos y 8 asistencias con esos aires de suficiencia, con esa cara de “como si os queréis poner los cinco y todo el banquillo delante, la voy a meter”. Y la metía. Fue su mayor exhibición. Kobe Bryant solo podía decir esto al acabar el partido:  

"But [Arenas] individually, it's funny. He doesn't seem to have much of a conscience. I really don't think he does. Some of the shots he took tonight, you miss those, and they're just terrible shots. Awful. You make them and they're unbelievable shots. I don't get a chance to play him much, so I haven't gotten used to that mentality of just chucking it up there. He made some big ones, but I'll be ready next time."

Un jugador con la frialdad y la decisión pare desenvolverse con éxito en el clutch time. Letal desde la media y larga distancia y capaz de hacer destrozos en las defensas con su capacidad de penetrar. Un trabajador incansable, un entregado al baloncesto obsesionado con mejorar que llegaba a entrenar 10 horas al día, muchas de ellas en la cancha de su mansión.


Tres veces All- Star, tal vez no recibió el reconocimiento que merecía por ser contemporáneo de otros anotadores más salvajes como Kobe Bryant o Allen Iverson. Otra dificultad más para un hombre que tuvo que superarlas desde que era niño, cuando su madre adolescente perdió la custodia y fue su padre sin recursos el que se hizo cargo de él. Esa época de idas y venidas construyó la que es, tal vez, una de las personalidades más especiales de toda la historia de la liga.      

Las anécdotas de Gilbert Arenas son innumerables y a mi modo de ver insuperables. Excéntricas e incómodas para su condición de profesional como la de jugar partidas de poker en los descansos de los partidos. Otras que explican su dura mentalidad como la de vestir el número 0 porque su entrenador colegial le dijo que esos eran los minutos que iba a jugar (ay los entrenadores). Y otras desagradables como defecar en las zapatillas de un novato y otras inspiradoras como el proceso anterior al lanzamiento de los tiros libres.

¿Un ángel o un demonio? No sé. Al fin y al cabo alguien con una historia maravillosa y por lo leído y visto con una forma de ser arrolladora, de esas que crean filias y fobias. Alguien hecho a sí mismo que sigue dándonos noticias geniales: hace unos días saltaba a la luz que había sido expulsado de una feria por conseguir demasiados peluches. Simplemente, Gilbert Arenas. No habrá nunca nadie como el Agente Zero.  

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