Cuarto partido de las Semifinales
de la Conferencia Oeste entre Los Angeles Clippers y Oklahoma City Thunder con
ventaja en la serie para OKC 2-1. Los Clippers, contra las cuerdas antes del
partido parecen quedarse poco a poco sin opciones de igualar la serie porque la
lanza de dos puntas que es OKC domina a placer. Russell Westbrook y Kevin Durant.
Kevin Durant y Russell Westbrook. Ventaja de 15 en el último cuarto y la
eliminatoria destinada a un 3-1 insalvable para el equipo de Doc Rivers. Hasta
que alguien decide que puede secar al MVP de la liga. No es Matt Barnes ni
Danny Granger. Es el gigante de 1.83 de altura Chris Paul. Han leído bien,
gigante. Se cuentan con los dedos de la mano los casos de jugadores en los que
el tamaño de su valentía es superior a todo. El caso de CP3 es el ejemplo más
claro. Ayer no se movían sus brazos, se movía su corazón. Ayer no eran sus
piernas las que corrían detrás de Kevin Durant, era su corazón.
El chico que se propuso ayer
frenar a Durant con éxito, consiguió años atrás honrar a su fallecido abuelo
con 61 puntos (la misma edad con la que había muerto su querido abuelo). Metió
61, fallando un último tiro libre aposta para no estropear su precioso
homenaje. Los que su corazón quería. Ni uno más ni uno menos. Los hechos nos
hablan pues de un jugador descomunal en lo emocional que ofrece su corazón en
cada juego sin importarle si delante tiene al mismisimo Dwight Howard (el que
molaba, el de la época de Orlando). Su enfrentamiento con Pau Gasol por tocarle
la cabeza habla de un jugador sin más estatura que la de su corazón y que así
quiere que se le trate. Su juego es la máxima expresión del esfuerzo y del
talento. Un jugador que anota, asiste, rebotea y defiende. Un base
2.0.
Chris Paul nos malacostumbró,
cada día lo tengo más claro. Sus actuaciones heroicas un día sí y otro también
cuando vestía los preciosos colores de New Orleans Hornets no deberían caer
jamás en el olvido pero tampoco nos deberían cegar para valorar en su justa
medida lo que hace ahora. Chris Paul lleva siendo el mejor base de la NBA seis
años y lo peor de todo es que lo seguimos discutiendo. En su paso por los
Hornets convirtió partidos extraños (por increíbles) en habituales aunque solo
él fuera capaz de hacerlos. Partidos en los que lo normal era 30 puntos, 15
asistencias y 5 robos. Noche tras noche. El líder natural que es CP3 mantuvo a
flote una franquicia azotada brutal y cruelmente por el huracán Katrina que ni
siquiera pudo jugar en su propio pabellón más allá de tres partidos. La mudanza
a Oklahoma, que cosas tiene la vida, no ocultó que el chico sería grande. El
primer año se llevó el Rookie of the Year y al tercero consiguió meter a los
Hornets en Playoffs en una temporada memorable a la que solo los Spurs pusieron
fin. En sus primeros Playoffs dio auténticas exhibiciones inenarrables en un
artículo. Merece la pena verlas. Como siempre nos quedaran los números,
ahí van: 25 puntos, 11 asistencias, más de 2 robos y un 50% en tiros
de campo. Fue sin duda su punto álgido en su primera franquicia NBA.
Su paso a los Clippers supuso
muchas cosas tanto para él como para la liga y vino precedido de un traspaso
fallido a los Lakers, anulado por “razones baloncestísticas”. Los Clippers,
equipo poco querido donde los haya le hicieron recoger un papel de antihéroe
que probablemente no merecía. De salvador (en el amplio sentido de la palabra)
de una franquicia y unos aficionados que habían sufrido uno de los peores
desastres naturales de la historia de los Estados Unidos a una de las caras
visibles de un equipo perdedor y odiado que no despertaba ningún tipo de
simpatía. Se encontró en un equipo que además no requería de un milagro
continuo de Chris Paul para ganar sus partidos. Y se encontró por último con el
crecimiento de una estrella llamada Blake Griffin. En resumen, bajaron sus
números y disminuyeron sus milagros. Sobrevivió su efectividad y siguió
reinando su corazón. Larga vida para CP3. El mejor base de la liga.
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