lunes, 12 de mayo de 2014

El corazón de Chris Paul.

Cuarto partido de las Semifinales de la Conferencia Oeste entre Los Angeles Clippers y Oklahoma City Thunder con ventaja en la serie para OKC 2-1. Los Clippers, contra las cuerdas antes del partido parecen quedarse poco a poco sin opciones de igualar la serie porque la lanza de dos puntas que es OKC domina a placer. Russell Westbrook y Kevin Durant. Kevin Durant y Russell Westbrook. Ventaja de 15 en el último cuarto y la eliminatoria destinada a un 3-1 insalvable para el equipo de Doc Rivers. Hasta que alguien decide que puede secar al MVP de la liga. No es Matt Barnes ni Danny Granger. Es el gigante de 1.83 de altura Chris Paul. Han leído bien, gigante. Se cuentan con los dedos de la mano los casos de jugadores en los que el tamaño de su valentía es superior a todo. El caso de CP3 es el ejemplo más claro. Ayer no se movían sus brazos, se movía su corazón. Ayer no eran sus piernas las que corrían detrás de Kevin Durant, era su corazón.

El chico que se propuso ayer frenar a Durant con éxito, consiguió años atrás honrar a su fallecido abuelo con 61 puntos (la misma edad con la que había muerto su querido abuelo). Metió 61, fallando un último tiro libre aposta para no estropear su precioso homenaje. Los que su corazón quería. Ni uno más ni uno menos. Los hechos nos hablan pues de un jugador descomunal en lo emocional que ofrece su corazón en cada juego sin importarle si delante tiene al mismisimo Dwight Howard (el que molaba, el de la época de Orlando). Su enfrentamiento con Pau Gasol por tocarle la cabeza habla de un jugador sin más estatura que la de su corazón y que así quiere que se le trate. Su juego es la máxima expresión del esfuerzo y del talento. Un jugador que anota, asiste, rebotea y defiende. Un base 2.0. 

Chris Paul nos malacostumbró, cada día lo tengo más claro. Sus actuaciones heroicas un día sí y otro también cuando vestía los preciosos colores de New Orleans Hornets no deberían caer jamás en el olvido pero tampoco nos deberían cegar para valorar en su justa medida lo que hace ahora. Chris Paul lleva siendo el mejor base de la NBA seis años y lo peor de todo es que lo seguimos discutiendo. En su paso por los Hornets convirtió partidos extraños (por increíbles) en habituales aunque solo él fuera capaz de hacerlos. Partidos en los que lo normal era 30 puntos, 15 asistencias y 5 robos. Noche tras noche. El líder natural que es CP3 mantuvo a flote una franquicia azotada brutal y cruelmente por el huracán Katrina que ni siquiera pudo jugar en su propio pabellón más allá de tres partidos. La mudanza a Oklahoma, que cosas tiene la vida, no ocultó que el chico sería grande. El primer año se llevó el Rookie of the Year y al tercero consiguió meter a los Hornets en Playoffs en una temporada memorable a la que solo los Spurs pusieron fin. En sus primeros Playoffs dio auténticas exhibiciones inenarrables en un artículo. Merece la pena verlas. Como siempre nos quedaran los números, ahí  van: 25 puntos, 11 asistencias, más de 2 robos y un 50% en tiros de campo. Fue sin duda su punto álgido en su primera franquicia NBA.

Su paso a los Clippers supuso muchas cosas tanto para él como para la liga y vino precedido de un traspaso fallido a los Lakers, anulado por “razones baloncestísticas”. Los Clippers, equipo poco querido donde los haya le hicieron recoger un papel de antihéroe que probablemente no merecía. De salvador (en el amplio sentido de la palabra) de una franquicia y unos aficionados que habían sufrido uno de los peores desastres naturales de la historia de los Estados Unidos a una de las caras visibles de un equipo perdedor y odiado que no despertaba ningún tipo de simpatía. Se encontró en un equipo que además no requería de un milagro continuo de Chris Paul para ganar sus partidos. Y se encontró por último con el crecimiento de una estrella llamada Blake Griffin. En resumen, bajaron sus números y disminuyeron sus milagros. Sobrevivió su efectividad y siguió reinando su corazón. Larga vida para CP3. El mejor base de la liga.

            

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