jueves, 16 de abril de 2015

El equipo que enamoró

En el baloncesto existen maravillosas historias que van más allá del simple triunfo. Hay equipos que jamás olvidaremos y que dejan un legado imborrable que no consiguen coronar con un anillo en los dedos de los jugadores que lo forman. Vengo aquí a traer el recuerdo de uno de esos equipos: los Sacramento Kings de finales del siglo anterior y principios de este. El primer recuerdo, y lo quiero contar rápidamente porque me quema, que me viene a la cabeza pensando en los Kings de aquel tiempo no es una jugada ni un partido especial. Ni siquiera un texto. Es simplemente una frase que leí en la maravillosa guía que la revista NBA fabricaba y fabrica cada año. La frase decía, más o menos literal, lo siguiente: “ni aunque una manada de búfalos destrozara el ARCO Arena este equipo podría quedar fuera de Playoffs”. Una frase simple pero efectiva que servía para explicar a la perfección el nivel que llegaron a alcanzar los Kings en aquellos excitantes años.

Una vez saciada el ansia de la frase que salía de mis dedos vamos a los hechos y los componentes. Existe entre los aficionados al baloncesto y especialmente a la NBA una regla de oro; si recuerdas los cinco nombres del quinteto titular pasados unos años es que fue un gran equipo. Vlade Divac, Chris Webber, Peja Stojakovic, Doug Christie y Jason Williams primero y Mike Bibby después superan holgadamente esa prueba de fuego. En 1998, Rick Adelman llegaba a la franquicia para dirigir al equipo en la temporada 1998-99 y sucesivas. El técnico, de una marcada tendencia ofensiva había tenido anteriormente dos experiencias en los banquillos. En los Blazers, con Terry Porter y Clyde Drexler había sido capaz de llegar a las finales de la NBA en dos ocasiones aunque ambas sin anillo. Antes de su llegada a Sacramento, Adelman tuvo una breve experiencia de dos años en Golden State. La temporada anterior al aterrizaje de Adelman en el banquillo Sacramento, con Eddie Jordan en los controles, había finalizado con un más que discreto 27-55.


Sería aquel un verano clave en la construcción de los nuevos Kings. Aparte del entrenador llegaban cuatro pilares del equipo que más tarde maravillaría nuestros ojos. El veterano y curtido en mil batallas Vlade Divac regresaba a la NBA dispuesto a poner al servicio de sus nuevos compañeros la experiencia adquirida en Lakers y Hornets. Sacramento Kings había encontrado a su pivot y por supuesto algo más. La experiencia e inteligencia de Vlade serían claves en lo que Adelman quería empezar a construir. Chris Webber, número 1 del draft de 1993 completaba ese mismo verano un extraño camino para un hombre de su calidad y condición: pisaba su tercer equipo en apenas su sexto año en la NBA. A ellos dos se sumaban un Jason Williams elegido séptimo en aquel draft y un Peja Stojakovic que aterrizaba una vez completada su formación en Europa.

Los resultados no se hicieron esperar y el equipo pasó de ganar el 33% de sus partidos al 54% (27-23) y consiguiendo pisar unos Playoffs que pronto se convertirían en una rutina para ellos. El cambio más radical se producía sin lugar a dudas en el plano ofensivo. Sacramento pasaba de ser el vigésimo segundo equipo más anotador de la competición a ser el primero. Tres de las nuevas adquisiciones del equipo copaban los tres primeros puestos de anotadores y los Kings empezaban a ser cuanto menos interesantes de ver. Aún quedaba mucho por crecer pero era un inicio prometedor. Comenzaba la temporada 1999-2000 con potentes ilusiones y un quinteto titular sólido en el que todavía no entraba con regularidad Stojakovic. A estas alturas los Kings ya eran sin duda el mejor equipo ofensivo de la liga y volvían a conquistar el título a conjunto más anotador. Sim embargo, la otra parte del juego, la defensa, no funcionaba tan bien. Los Kings recibieron aquel año la friolera de 102 puntos por juego y caían en primera ronda contra los que serían campeones, los Lakers.

Y llegó Doug Christie. Como agua de mayo. El especialista defensivo que el equipo tanto estaba necesitando. Y como ocurriera antes con la llegada de los cuatro jugadores claves en el verano 98 todo volvió a cambiar, pero esta vez sin que nada cambiara: seguían ganando y volvieron a hacerse con la corona de equipo más anotador pero esa temporada rebajaron seis puntos la media de recibidos. Y aquel año por fin encontramos el quinteto titular que fue el paraíso para los amantes del buen baloncesto: Williams, Christie, Stojakovic, Webber y Divac. Desde el banquillo jugadores como Bobby Jackson, Turkoglu, Funderburke o Pollard. La participación de la segunda unidad durante estos años merece un apartado especial y por supuesto lo tendrá un poco más adelante. No es posible detallar con palabras hasta qué punto los Kings hicieron del baloncesto un espectáculo digno de admirar durante la temporada 2000-2001. El atractivo y morbo que despertaba un jugador como Jason Williams era extremadamente bien acompañado por la calidad interior y el carácter de Divac y Webber, por el tiro de Peja y por la intensidad de Christie. Incluso Sports Illustrated se animaba a darles su portada con un título inequívoco: “The Greatest Show on Court”. Clasificaban por supuesto para Playoffs donde en primera ronda conseguirían vencer a Phoenix, pero en segunda se encontrarían con el iceberg que les había hecho naufragar el año anterior y que les haría naufragar al siguiente, los Lakers.


El factor banquillo, como he mencionado antes, merece un apartado especial en la historia de estos Kings. Bobby Jackson, Hedo Turkoglu, Scott Pollard, Brad Miller o Gerald Wallace fueron algunos de los jugadores que salieron desde el banquillo en los años dorados de los que disfrutaron los Kings. La prueba de que no eran solamente un quinteto bonito. Había allí jugadores dispuestos a dejarse la piel saliendo como suplentes.  

La temporada 2001-2002 traía un cambio sustancial en la composición del equipo. El disloco pero hipnótico y efectivo Jason Williams abandonaba el barco y llegaba un nuevo timonel, Mike Bibby, procedente de Vancouver. El estilo no iba a cambiar y el objetivo de la temporada ya no podía ser otro: vencer a los Lakers y conquistar el anillo. La forma en la que los Kings jugaban había enamorado tanto a aficionados y críticos que Phil Taylor escribía en Sports Illustrated: “Sacramento presents a perfect oportunity for the NBA to celebrate a style of play… The only thing better than watching the Kings run would be seeing the rest of the league catch up”. La temporada siguió derroteros esperados y Sacramento ganó 61 partidos, perdiendo apenas 21. Las dos primeras series de Playoffs no supusieron un problema y eliminaron a los Jazz y los Mavs en un total de 9 partidos. Llegaban las finales de la Conferencia Oeste ante el equipo al que querían vencer fuera como fuera. Contaban además con el factor cancha a favor. Y en el sexto partido y con 3-2 a favor de los Kings, y por lo tanto dos oportunidades para cerrar la serie, llegó el horror. Considerado abiertamente como uno de los peores arbitrajes de la historia, los oficiales no dejaron ganar a Sacramento aquel partido en Los Angeles. El séptimo partido, en Sacramento, fue la puntilla final para unos Kings a los que les pesó la rabia acumulada en el sexto juego.  

A partir de ahí todo pareció torcerse. Para la temporada 2002-2003 Sacramento volvía a ser favorito en la Conferencia Oeste pues no había tocado ni un ápice de su extensa y espectacular plantilla. La temporada regular fue tan buena como la anterior y los Kings se clasificaron como primeros a Playoffs. Superando otra vez a su víctima favorita, los Jazz, se plantaron en una batalla en las semifinales de conferencia frente al joven equipo de Dallas Mavericks. Las lesiones apartaron a Chris Webber de cinco de los siete partidos de aquella magnifica serie y eso fue demasiado para Sacramento que caía en el séptimo partido. Parecía que la magia que había rodeado de alguna  forma el proyecto desde su creación (no es fácil atraer a cuatro piezas claves y un entrenador para un proyecto ganador en solo un verano) se iba viniendo abajo por la edad de algunos componentes como Divac y por el exceso de oportunidades perdidas. El sabor agridulce empezaba a ser demasiado conocido para los aficionados de los Kings que sin embargo aún tuvieron que sufrir más caídas tempranas en las temporadas siguientes. En la 2003-2004, Minnesota acabaría con ellos también en segunda ronda mientras que las dos siguientes temporadas la primera ronda sería el techo. Es la última temporada de Rick Adelman, la 2005-2006 la más rara, pues no cuenta en plantilla con ninguno de los cinco hombres a los que tan bien había hecho jugar durante tantos años.

Nunca jamás podremos hacerle justicia al equipo que Rick Adelman dirigió durante sus años en Sacramento. Solo la presencia de un gigante llamado Lakers y liderado por uno de los mejores entrenadores de la historia privó a Sacramento de luchar por un anillo que sin duda alguna se merecían. Yo, personalmente, no lo necesito. Disfruté como el enano que era viéndoles y aún hoy disfruto recordándoles. Gracias Sacramento. Gracias Rick.   


viernes, 10 de abril de 2015

Cuando el sol más calienta

15 de junio de 2014. San Antonio Spurs levanta el título de campeón de la NBA después de vencer el quinto partido de las finales frente a su verdugo del año anterior, Miami Heat y su superestrella LeBron James. En verano, LeBron toma la decisión de regresar a casa. Ello supone un terremoto en la Conferencia Este que completaría la llegada a Cleveland de Kevin Love. San Antonio Spurs mientras, se mantiene otro verano más en calma,  conocedores de que el trabajo ya estaba hecho y que el único objetivo debía ser estirar el chicle un año más, mantenerse sanos para volver a  aspirar a otro anillo. Dos veranos diametralmente opuestos vivieron los protagonistas de este artículo. Cleveland Cavaliers vivía una temporada baja llena de emociones y se convertía, aún con las reservas necesarias de un nuevo proyecto, en candidato absoluto al triunfo final. San Antonio ya lo era y solo debía recargar las baterías de cuerpos veteranos como Tim Duncan, Tony Parker o Manu Ginobili.

Con estas sensaciones llegaba el inicio de la temporada 2014-2015 y como siempre los analistas y aficionados se lanzaron a la aventura de descifrar y adivinar el posible campeón. Por supuesto, los Cavs y los Spurs dominaban las quinielas. ¿Y cuántas de ellas hubo de encontrar la basura rotas a mediados de enero? Se debieron de contar por millones. El inicio de los Cavs había sido como el bebé que comienza a andar. Pasos y caídas. Pasos y caídas. El 13 de enero el record de Cleveland mostraba un proyecto inacabado y LeBron era claro: “es imposible ganar así”. 19-20 y muchas dudas sobre el papel de dos de los componentes de Big Three, Kevin Love y Kyrie Irving. Muchísimas más sobre el resto de complementos. A la misma fecha la situación en el equipo de Popovich no era tan complicada pues el record (23-16), era decente pero las sensaciones (dudas, lesiones, competitividad en el salvaje Oeste), hacían añorar al equipo que había maravillado apenas unos meses atrás.

Por esas fechas Atlanta Hawks y Golden State dominaban la liga con puño de hierro e hilaban increíbles rachas de victorias. Parecía que un cambio de tendencia se avecinaba en la NBA. San Antonio era absorbido por la frescura de Curry, la solvencia de Marc Gasol, el instinto asesino de Harden o la profundidad de los Clippers. En el Este todo eran alabanzas para los Hawks y su espectacular forma de jugar. El apelativo de “Los nuevos Spurs” era pues una amenaza tanto para la franquicia de San Antonio como para los Cavs. Incluso plantillas jóvenes como Wizards y Raptors o reforzadas como la de los Bulls parecían más candidatas a llegar lejos en las series por el título. Pero cercanas ya esas mismas series parece que todo ha cambiado.

A mediados de abril Cleveland Cavaliers y San Antonio Spurs vuelven a lucir como máximos candidatos al anillo. Todos años la misma historia. ¿Se va a caer San Antonio Spurs? ¿SE VA A CAER SAN ANTONIO SPURS? Tal vez esta temporada parecía la más indicada para que eso sucediera. Después de un anillo y  con problemas de lesiones para empezar la temporada no eran pocos los que apostaban que está vez los Spurs no iban a llegar. Error. Una y otra vez error. Desde el 27 de febrero han conseguido un record de 19-3 pero lo más impresionante y lo que ha debido de asustar a los rivales han sido las sensaciones. Spurs tiene en su mano una racha de nueve victorias consecutivas en las que no han conocido un resultado que no superara la decena de puntos de diferencia. Asustan otro año más con un Kawhi Leonard al que ya no se puede considerar otra cosa que estrella de la liga y con un colectivo que jamás falla en los momentos decisivos. Los Spurs son en la actualidad y con mayúsculas, el equipo que nadie quiere ver en Playoffs y tienen opciones incluso de acabar segundos en la Conferencia Oeste.



Los Cavaliers han vivido una aventura semejante pero muy diferente a la vez. Convencidos por los resultados de que los cambios del verano no habían sido suficientes para construir una plantilla al nivel de las mejores, los traspasos entraron en escena. Mozgov llegó desde Denver como la presencia interior que necesitaban y J.R. Smith e Iman Shumpert reforzaban un perímetro que se quedaba algo corto. A partir de ahí y con el ingrediente necesario del paso de los partidos para que Blatt conjuntase a todo el equipo, los Cavs han volado por encima del radar pero han sido impresionantes. Desde el 15 de enero han establecido una marca de 32 victorias y solo 7 derrotas. Así que después de leer teorías sobre el supuesto bajón físico de LeBron o de comprobar que Kevin Love se ha convertido casi en única y exclusivamente  un tirador de tres, los Cavs parecen la opción más segura para llegar a las finales de la NBA, incluso por encima de Atlanta Hawks.

Los San Antonio Spurs de todos y los Cleveland Cavaliers de LeBron James, Kevin Love y Kyrie Irving. Dos equipos opuestos pero a los que les une una historia y la ilusión de un anillo. El primero para LeBron James en Cleveland coronando su vuelta como tal vez se merezca o el quinto de los Spurs para redondear la historia de un equipo que jamás tendrá comparación.

lunes, 6 de abril de 2015

¿Son candidatos reales los Clippers?

En el deporte profesional, y especialmente en una competición como la NBA donde hay 30 franquicias al acecho de un título, la oportunidad de vencer puede escaparse de los dedos tan fácilmente como ha  venido. Si tienes una posibilidad de alzar el título, aprovéchala porque nunca sabes cuándo va a regresar. Los Clippers llevan años buscando esa temporada en la que convertirse en algo más que un aspirante. Y tal vez su año haya llegado. La madurez deportiva de Chris Paul y Blake Griffin, el crecimiento defensivo de la bestia DeAndre Jordan, el fondo de armario y la presencia de un entrenador como Doc Rivers son factores que refuerzan de alguna u otra manera esa teoría. El equipo de Los Ángeles ha ganado 16 partidos de los 23 que ha disputado después del All- Star y ha presentado su candidatura pero, ¿son realmente candidatos al anillo los Clippers?

No voy a descubriros América: a poca gente le agradan los Clippers. Los aficionados de los equipos rivales les acusan de floppers y sucios y los jugadores a los que se enfrentan disfrutan viéndoles derrotados. Por eso nadie ha sentido mucha pena viendo frustrados los sueños de la franquicia de algo grande en los pasados años. Su experiencia en las últimas temporadas ha sido dura en cuanto a Playoffs se refiere. En la temporada 2011-2012, la primera con CP3 a los mandos vencieron a los Grizzlies en la primera ronda pero cayeron sin respuesta contra San Antonio. Al año siguiente Memphis Grizzlies se cobraría venganza en primera ronda y la temporada pasada eran los Clippers los que les apeaban en segunda ronda.  

Entonces, si los sueños de la franquicia no se han visto cumplidos en los últimos años, ¿Qué empuja a ser optimistas con estos Clippers? Son varias las razones. La primera de todas, por supuesto, Chris Paul. Acostumbrados como estamos a sus más que buenas temporadas, Chris Paul ha pasado a engrosar el listado de jugadores que están haciendo un muy buen año pero que no reciben el reconocimiento que deberían. Con 29 años parece en el momento álgido de su carrera en cuanto a madurez y físico se refiere: no se ha perdido aún ni un partido en lo que llevamos de curso, estadística muy reseñable para una carrera a veces lastrada por problemas físicos. Pero es hora de que responda donde ha fallado en ciertas ocasiones: las series por el título. Veremos si puede llevar al equipo al título.

Blake Griffin. Recuerdo cuando me decidí a escribir sobre él, hace ahora casi 3 años. ¿Cuánto ha cambiado y cuantas nuevas armas ha añadido a su juego desde ese momento? Incontables. De hecho, aquel artículo basaba la crítica en dos airball seguidos desde la línea de tiros libres. Este año está cerca de un 72% de acierto, aceptable para él. Acompañando esta mejora nos encontramos con su radio de tiro. No ha dejado de ser un destructor de aros pero puede salir a anotar y a hacer daño desde la larga distancia. Es ese paso adelante el que empuja a pensar en unos Clippers candidatos a todo. Cuenta además con una bestia a su lado. Una autentica bestia.

DeAndre Jordan. La defensa de la zona pintada que hace el jugador de Houston es simplemente espectacular. En la Conferencia Oeste es muy importante contar con la figura del rim protector, tanto para dominar el rebote como para molestar y a ser posible taponar a los penetradores feroces cuyos ejemplos tenemos a decenas en el Oeste. La amenaza del Hack- A- DeAndre parece que va a estar ahí de por vida pero lo que está claro es que Doc Rivers cuenta con un feroz defensor y un bestial matador al que lanzar balones por encima del aro.



El fondo de armario. Esta cuestión no es menor. Los Clippers acabaron por fin con la cuestión de los pivots suplentes. Llegó a ser DeAndre Jordan, Blake Griffin y después la nada. Bueno, Reggie Evans. Ahora Glen Davis y Spencer Hawes, sin ser nada del otro mundo, le dan otro color al banquillo angelino. Matt Barnes, Jamal Crawford, Hedo Turkoglu y J.J. Redick dan a los Clippers una experiencia en las posiciones exteriores muy importante y necesaria en los Playoffs y Austin Rivers le pone el toque picante a la mezcla. Pero en definitiva unos escuderos y una segunda unidad que no peinan canas pero las intuyen. Es por eso que tal vez deba ser este el año de los Clippers o no lo será nunca.

Además cuentan con el factor Doc Rivers. Tener un entrenador reputado y con experiencia en los Playoffs puede ser la diferencia entre una victoria o una derrota. El anillo conseguido en los Celtics le avala. Los entrenadores también pierden y ganan partidos y eso en una serie de Playoffs hace una gran diferencia.   

¿Y que nos puede frenar a la hora de coronar a los Clippers como máximo candidato al título? Lo primero la dureza del Oeste. El equipo del Oeste que quiera representar a la conferencia en las finales por el anillo deberá superar con total seguridad tres series complicadas. A falta de discernir el último puesto, los Clippers se verán acompañados en su brutal viaje por Warriors, Rockets, Grizzlies, Spurs, Mavs y Blazers. Abróchense los cinturones porque vienen curvas. Otra cosa que nos puede echar para atrás es que los Clippers nunca han demostrado tener un gen ganador. Jamás ha superado la franquicia las semifinales de conferencia por lo que puede ser complicado imaginar un viaje directo hacia el anillo. Sea como sea, estamos a punto de descubrir si los Clippers pueden plantar cara a las grandes potencias y pueden luchar por su primer título.