En el baloncesto existen maravillosas historias que van más
allá del simple triunfo. Hay equipos que jamás olvidaremos y que dejan un
legado imborrable que no consiguen coronar con un anillo en los dedos de los
jugadores que lo forman. Vengo aquí a traer el recuerdo de uno de esos equipos:
los Sacramento Kings de finales del
siglo anterior y principios de este. El primer recuerdo, y lo quiero contar rápidamente
porque me quema, que me viene a la cabeza pensando en los Kings de aquel tiempo
no es una jugada ni un partido especial. Ni siquiera un texto. Es simplemente
una frase que leí en la maravillosa guía que la revista NBA fabricaba y fabrica
cada año. La frase decía, más o menos literal, lo siguiente: “ni aunque una manada
de búfalos destrozara el ARCO Arena
este equipo podría quedar fuera de Playoffs”. Una frase simple pero efectiva
que servía para explicar a la perfección el nivel que llegaron a alcanzar los
Kings en aquellos excitantes años.
Una vez saciada el ansia de la frase que salía de mis dedos
vamos a los hechos y los componentes. Existe entre los aficionados al
baloncesto y especialmente a la NBA una regla de oro; si recuerdas los cinco
nombres del quinteto titular pasados unos años es que fue un gran equipo. Vlade Divac, Chris Webber, Peja Stojakovic,
Doug Christie y Jason Williams primero y Mike Bibby después superan holgadamente
esa prueba de fuego. En 1998, Rick
Adelman llegaba a la franquicia para dirigir al equipo en la temporada 1998-99
y sucesivas. El técnico, de una marcada tendencia ofensiva había tenido
anteriormente dos experiencias en los banquillos. En los Blazers, con Terry Porter y Clyde Drexler había sido capaz de
llegar a las finales de la NBA en dos ocasiones aunque ambas sin anillo. Antes
de su llegada a Sacramento, Adelman tuvo una breve experiencia de dos años en
Golden State. La temporada anterior al aterrizaje de Adelman en el banquillo
Sacramento, con Eddie Jordan en los controles, había finalizado con un más que
discreto 27-55.
Sería aquel un verano clave en la construcción de los nuevos
Kings. Aparte del entrenador llegaban cuatro pilares del equipo que más tarde
maravillaría nuestros ojos. El veterano y curtido en mil batallas Vlade Divac
regresaba a la NBA dispuesto a poner al servicio de sus nuevos compañeros la
experiencia adquirida en Lakers y Hornets. Sacramento Kings había encontrado a
su pivot y por supuesto algo más. La experiencia e inteligencia de Vlade serían
claves en lo que Adelman quería empezar a construir. Chris Webber, número 1 del draft de 1993 completaba
ese mismo verano un extraño camino para un hombre de su calidad y condición:
pisaba su tercer equipo en apenas su sexto año en la NBA. A ellos dos se sumaban
un Jason Williams elegido séptimo en aquel draft y un Peja Stojakovic que
aterrizaba una vez completada su formación en Europa.
Los resultados no se hicieron esperar y el equipo pasó de
ganar el 33% de sus partidos al 54% (27-23) y consiguiendo pisar unos Playoffs que pronto se convertirían en
una rutina para ellos. El cambio más radical se producía sin lugar a dudas en
el plano ofensivo. Sacramento pasaba de ser el vigésimo segundo equipo más
anotador de la competición a ser el primero. Tres de las nuevas adquisiciones
del equipo copaban los tres primeros puestos de anotadores y los Kings
empezaban a ser cuanto menos interesantes de ver. Aún quedaba mucho por crecer pero
era un inicio prometedor. Comenzaba la temporada 1999-2000 con potentes ilusiones y un quinteto titular sólido en el
que todavía no entraba con regularidad Stojakovic. A estas alturas los Kings ya
eran sin duda el mejor equipo ofensivo de la liga y volvían a conquistar el
título a conjunto más anotador. Sim embargo, la otra parte del juego, la
defensa, no funcionaba tan bien. Los Kings recibieron aquel año la friolera de
102 puntos por juego y caían en primera ronda contra los que serían campeones,
los Lakers.
Y llegó Doug Christie. Como agua de mayo. El especialista defensivo
que el equipo tanto estaba necesitando. Y como ocurriera antes con la llegada
de los cuatro jugadores claves en el verano 98 todo volvió a cambiar, pero esta
vez sin que nada cambiara: seguían ganando y volvieron a hacerse con la corona
de equipo más anotador pero esa temporada rebajaron seis puntos la media de
recibidos. Y aquel año por fin encontramos el quinteto titular que fue el paraíso
para los amantes del buen baloncesto: Williams, Christie, Stojakovic, Webber y
Divac. Desde el banquillo jugadores como Bobby Jackson, Turkoglu, Funderburke o
Pollard. La participación de la segunda unidad durante estos años merece un
apartado especial y por supuesto lo tendrá un poco más adelante. No es posible
detallar con palabras hasta qué punto los Kings hicieron del baloncesto un espectáculo
digno de admirar durante la temporada 2000-2001.
El atractivo y morbo que despertaba un jugador como Jason Williams era extremadamente
bien acompañado por la calidad interior y el carácter de Divac y Webber, por el
tiro de Peja y por la intensidad de Christie. Incluso Sports Illustrated se animaba a darles su portada con un título inequívoco:
“The Greatest Show on Court”. Clasificaban
por supuesto para Playoffs donde en primera ronda conseguirían vencer a
Phoenix, pero en segunda se encontrarían con el iceberg que les había hecho
naufragar el año anterior y que les haría naufragar al siguiente, los Lakers.
El factor banquillo, como he mencionado antes, merece un
apartado especial en la historia de estos Kings. Bobby Jackson, Hedo Turkoglu, Scott
Pollard, Brad Miller o Gerald Wallace fueron algunos de los jugadores que
salieron desde el banquillo en los años dorados de los que disfrutaron los
Kings. La prueba de que no eran solamente un quinteto bonito. Había allí
jugadores dispuestos a dejarse la piel saliendo como suplentes.
La temporada 2001-2002
traía un cambio sustancial en la composición del equipo. El disloco pero hipnótico
y efectivo Jason Williams abandonaba el barco y llegaba un nuevo timonel, Mike
Bibby, procedente de Vancouver. El estilo no iba a cambiar y el objetivo de la
temporada ya no podía ser otro: vencer a los Lakers y conquistar el anillo. La
forma en la que los Kings jugaban había enamorado tanto a aficionados y críticos
que Phil Taylor escribía en Sports Illustrated: “Sacramento presents a perfect
oportunity for the NBA to celebrate a style of play… The only thing better than
watching the Kings run would be seeing the rest of the league catch up”. La
temporada siguió derroteros esperados y Sacramento ganó 61 partidos, perdiendo apenas 21. Las dos primeras series de Playoffs no supusieron un problema y
eliminaron a los Jazz y los Mavs en un total de 9 partidos. Llegaban las
finales de la Conferencia Oeste ante el equipo al que querían vencer fuera como
fuera. Contaban además con el factor cancha a favor. Y en el sexto partido y
con 3-2 a favor de los Kings, y por
lo tanto dos oportunidades para cerrar la serie, llegó el horror. Considerado
abiertamente como uno de los peores arbitrajes de la historia, los oficiales no
dejaron ganar a Sacramento aquel partido en Los Angeles. El séptimo partido, en
Sacramento, fue la puntilla final para unos Kings a los que les pesó la rabia
acumulada en el sexto juego.
A partir de ahí todo pareció torcerse. Para la temporada 2002-2003 Sacramento volvía a ser
favorito en la Conferencia Oeste pues no había tocado ni un ápice de su extensa
y espectacular plantilla. La temporada regular fue tan buena como la anterior y
los Kings se clasificaron como primeros a Playoffs. Superando otra vez a su víctima
favorita, los Jazz, se plantaron en una batalla en las semifinales de
conferencia frente al joven equipo de Dallas Mavericks. Las lesiones apartaron
a Chris Webber de cinco de los siete partidos de aquella magnifica serie y eso
fue demasiado para Sacramento que caía en el séptimo partido. Parecía que la
magia que había rodeado de alguna forma
el proyecto desde su creación (no es fácil atraer a cuatro piezas claves y un entrenador
para un proyecto ganador en solo un verano) se iba viniendo abajo por la edad
de algunos componentes como Divac y por el exceso de oportunidades perdidas. El
sabor agridulce empezaba a ser demasiado conocido para los aficionados de los
Kings que sin embargo aún tuvieron que sufrir más caídas tempranas en las
temporadas siguientes. En la 2003-2004, Minnesota
acabaría con ellos también en segunda ronda mientras que las dos siguientes
temporadas la primera ronda sería el techo. Es la última temporada de Rick
Adelman, la 2005-2006 la más rara, pues no cuenta en plantilla con ninguno de
los cinco hombres a los que tan bien había hecho jugar durante tantos años.
Nunca jamás podremos hacerle justicia al equipo que Rick
Adelman dirigió durante sus años en Sacramento. Solo la presencia de un gigante
llamado Lakers y liderado por uno de los mejores entrenadores de la historia
privó a Sacramento de luchar por un anillo que sin duda alguna se merecían. Yo,
personalmente, no lo necesito. Disfruté como el enano que era viéndoles y aún
hoy disfruto recordándoles. Gracias Sacramento. Gracias Rick.
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