Permitidme que comience este articulo sobre Blake Griffin
con un pasaje de un antiguo artículo que escribí sobre él, allá por el año 2012
y que me parece de suma importancia rescatar: “Va con el primero. Bota,
flexiona piernas y lanza. También grita, justo cuando el balón sale de sus
manos, como si se imaginara lo que iba a pasar. Su primer lanzamiento no toca
ni tan siquiera aro, simplemente roza la red por fuera. Airball. Va con el
segundo, mismo procedimiento y desgraciadamente para él mismo resultado, incluso
peor”. Data esta pequeña historia, real como la vida misma de cuando Blake
Griffin vivía una pesadilla cada vez que visitaba la línea de los tiros libres.
Desgraciadamente para él, esta no fue la única vez que salió en los momentos
deportivos de la semana por lanzar airball desde el 4.60, el arte más fácil y a
la vez más complicado del baloncesto.
Era algo mucho más habitual de lo deseable y un síntoma de
una enfermedad mayor: Blake Griffin no podía meter una canasta desde le media o
larga distancia. Su mecánica de tiro era horrible y su rango se limitaba a los
alrededores del aro. Obviamente empezaban a aparecer las dudas sobre el futuro.
Griffin era una autentica bestia, un espécimen capaz de machacar en cada
posesión pero ¿qué sería de él en el futuro si no era capaz de añadir a su
repertorio un decente tiro de media distancia y unos movimientos para empezar a
bailar en la pintura? Las defensas tomaban nota y le defendían a dos metros
acrecentando aún más unas dudas que ya venían impuestas.
Parece mentira, y si no lo es solo puede explicarse por una
mejora a través de duras sesiones de trabajo, que el chico al que se podía
defender a dos metros sin excesiva preocupación, que coleccionaba airball en
tiros libres y del que se decía, no sin cierta razón, que solo sabía machacar,
sea Blake Austin Griffin. Y parece mentira porque el Griffin de 2015 es el
jugador total. Sigue siendo una bestia cara al aro pero ahora ha añadido
movimientos en la zona y un más que curioso tiro a media distancia. Además rebotea
y ¡¡asiste!! Y aquí es donde vienen mis dudas… ¿por dónde empezar a explicar
esta evolución?
Creo que lo mejor será hablar primero sobre la parte del
juego que me motivó en 2012 a escribir sobre Blake Griffin: los tiros libres.
Pueda parecer esta de los tiros libres una cuestión menor, pero sin duda no lo
es. No es solo los puntos que te dejas en el camino (que se lo pregunten a su
compañero DeAndre Jordan) sino la diferencia de confianza que recibe la mente
del jugador después de anotar o fallar un tiro libre.
Como Blake Griffin ha estado en los dos extremos bien lo
sabrá. Desde el inicio de su andadura en la liga el ala pivot de los Clippers
ha vivido una intensa mejora en este apartado. Desde 52% de acierto en su
segundo año en la liga al 73% de esta. Y no solo eso, sino una efectividad
manifiesta cuando el balón arde en las manos: en el séptimo partido de la serie
contra San Antonio Spurs se fue hasta un maravilloso 10/11, con un 76% de
efectividad en el cómputo global de los siete partidos. Frente a los Rockets se
mantiene en un 72.
El segundo punto a tratar, con especial mimo, es el rango
de tiro porque es probablemente el mayor factor diferencial del Blake Griffin
2012 y el Blake Griffin 2015. En 2012, su tiro de media distancia distaba mucho
de suponer un peligro real y regular para las defensas rivales. Hoy en día, si
le flotas a cinco metros del aro, estas muerto. Como hemos cambiado. Y relación
estrecha con este mejora, una de las muchas causas del efecto ha sido el cambio
en la mecánica de tiro. Blake tira mucho más suelto, y no es esta una
afirmación al azar sino una consecuencia visible de una mayor confianza y por
supuesto de un arduo trabajo realizado, sobre todo, verano tras verano.
La progresión natural de Griffin, aun 26 años, hace temer a
sus rivales sobre la opción de que incluso pueda convertirse en una amenaza más
allá de la línea de tres puntos. Por ver está. Pero sería imparable.
Y el tercer punto. Los pies. Esos que les permiten
habitualmente saltar por encima de rivales y destrozar canastas sin piedad
empiezan a moverse, sin ser aun nada del otro mundo, empiezan a moverse con
sentido debajo del aro. Es tal vez la faceta del juego en la que Blake
Griffin tiene más margen de maniobra, pero la cosa promete.
Obviamente todo esto es fruto de un excelente e intenso
trabajo, sobre todo en los meses de verano. "We got to the point where we
were making 500-plus shots every day" decía Griffin sobre sus intensas
jornadas de trabajo veraniego. 500 tiros cada día. El resultado lo vemos y
disfrutamos hoy en día. Blake Griffin es una locura de jugador. No hay duda de
que estamos viendo al mejor Blake Griffin de su carrera y además el funcionamiento
del equipo está siendo maravilloso. ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Cómo era
aquello? Ah sí, no hay que ponerle puertas al campo y el de Blake Griffin crece
día tras día.
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