viernes, 25 de abril de 2014

Russell, ¿el cielo o el infierno?

Hace 25 años (¡¡y parece que llevemos toda una vida hablando de él!!) nacía en California un chico que iba a provocar amores y desencuentros, halagos y críticas, dudas y certezas. El diablo o el ángel. El triunfo o la derrota. El éxito o el fracaso. Un jugador con nombre y apellidos. Hace 25 años nacía Russell Westbrook. El base de OKC es la intersección entre dos mundos. Amalo u ódialo, halágalo o critícalo pero jamás te quedes indiferente ante él. 

Los aficionados al baloncesto no se ponen de acuerdo sobre Russell Westbrook porque ni siquiera Russell Westbrook es capaz de ponerse de acuerdo consigo mismo. Su cabecita loca esta tan lejos de ser la de un base al uso como los Jaguars de ganar la NFL, España de volver a ganar Eurovisión o Irán de ganar el mundial de fútbol. Pero esa es la verdad de Russell. Y como he dicho antes, amalo u ódialo porque el irá hasta el final con ella. Su verdad es que él es uno de los mejores jugadores de la liga. Su verdad es que debe de tener tantos galones en Oklahoma como Kevin Durant. Su verdad es que sería capaz de saltar por encima de Roy Hibbert y Marc Gasol juntos para meter una canasta. Y su verdad es que el no teme a nadie, ni a sí mismo. Y hay días que sale a la cancha y te hace pensar que es uno de los mejores jugadores de la liga. Te hace pensar que no es tan loco equiparar sus galones a los de KD. Te hace pensar que Roy Hibbert y Marc Gasol se podrían subir uno encima del otro y no lo pararían. Y por supuesto te hace pensar que hace bien en no temer a nadie. Son sus partidos, mejor dicho sus momentos, de ángel, de triunfo y de éxito.

Pero luego hay días… hay días en los que es mejor no levantarse Russell. Porque Westbrook es probablemente el jugador de la NBA con más facilidad para encadenar errores con aciertos. No es raro verle meter un triple inverosímil y a la siguiente jugada hacer un airball cuando sus compañeros aun danzan por el medio campo y la posibilidad de rebote es inexistente. No es ni mucho menos raro verle machacar un aro que a veces parece que va a ceder a sus embestidas y a las dos jugadas que le piten una falta en ataque por intentar repetir semejante acción. Lo que desgraciadamente si que es raro para su equipo es que Russell Westbrook haga jugar a sus compañeros o que sea protagonista dentro de un juego de ataque colectivo y coral. Y es ahí donde recibe la mayor cantidad de críticas porque es por ahí por donde más sufre Oklahoma. Su juego sota- caballo- rey (Ibaka- Westbrook- Durant) muchas veces desespera. Y sin tener toda la culpa (¡¡hola Scott Brooks!!) tiene parte de ella el base del equipo. 

Precisamente Scott Brooks no ha sido capaz de meterle en cintura o tal vez ni lo haya intentado. Cuando el equipo “eligió” quedarse con Westbrook en lugar de hacerlo con Harden sabían a lo que se exponían porque Russell pertenece a esa clase jugadores que no engañan a nadie porque simplemente no quieren. Es lo que es y va a morir siendo así. Un espíritu libre solo al servicio de él mismo y sobre el que cabe hacerse una pregunta: ¿aporta o quita más al equipo? Desde un punto de vista numérico, de actitud personal o incluso defensivo la duda ofende porque Westbrook es de los mejores bases de la NBA. Sin embargo con él hay que ir más allá porque comparte pista con el MVP Kevin Durant, un jugador al que Westbrook parece ser el único que no rinde pleitesía en la cancha.  

La serie de Playoffs contra Grizzlies está siendo el perfecto ejemplo de lo mejor y lo peor del base de OKC. Los aficionados del Thunder pueden amarlo después del Game 3 porque consideren que fue el único que dio la cara al menos intentando cambiar el sino del partido. Los aficionados del Thunder también pueden odiarlo por su serie de tiro, su egoísmo y sus ¡¡2!! asistencias. El game 2 fue más de lo mismo. 29 puntos con una serie de 11/28 en tiros de campo aunque esta vez con 8 asistencias. Más allá de números, y como muchas veces todo no lo explican estos, las sensaciones que ha dejado son también claras. Una absoluta anarquía que ha contagiado al equipo y que está provocada por una falta de autocontrol extrema. “Corre Russell corre. Y nunca frenes” parece que le dice el diablo instalado en su cabeza. Es Russell Westbrook. Debes decidir amarlo u odiarlo.  




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