miércoles, 3 de febrero de 2016

El Mesías que olvidamos

Nadie va a venir a hablarle de altas expectativas a Ricky Rubio. Las ha soportado desde que debutara con 14 años en la ACB. Quizá desde antes. El niño prodigio. El representante de una nueva generación. El protagonista de ríos de tinta y de miles de críticas, tanto positivas como negativas.

Por eso debuta en la NBA y parece que haya pertenecido a la liga desde el primer día que puso un balón en el parqué.  

Por eso se toma con naturalidad que uno de los mejores pivots de la historia le compare con el mítico Pistol Pete Maravich en pleno All Star.

Por poner algunos ejemplos.   

Vía Getty Images
A fecha de hoy, Ricky Rubio está inmerso en un círculo vicioso del que parece cada día, cada temporada, más difícil salir. Alterna veranos de trabajo con expertos en el tiro con temporadas en los que su porcentaje de acierto no levanta el vuelo, cuando no se hunde aún más.   

El cuento de hadas con el que empezó su andadura en la NBA hace tiempo que se acabó. Nos lo devoramos los aficionados y se lo devoró él por su incapacidad para poner fin a un problema que no le abandona, que le persigue a cada cancha que visita. En algún momento, Ricky Rubio dejó de ser el Mesías. En algún momento, Ricky Rubio se convirtió en poco menos que Lucifer.

El baloncesto es un juego de confianza. Ver bailar con el balón a Stephen Curry,  ver defender un uno contra uno a Kawhi Leonard, disfrutar del resplandor en el que se convierte Russell Westbrook cuando cruza la cancha u observar lanzar a Kevin Durant son irrefutables pruebas de ello. 

Sin ese preciado tesoro las piernas no responden, la muñeca tiembla, el aro se cierra a un diámetro imposible de abordar. No es posible jugar bien sin confianza. Y Ricky Rubio es la mejor imagen de esta máxima actualmente.

Pero, retrotraigámonos al inicio de la historia antes de abordar la actualidad del jugador de El Masnou.  

Cuando los Wolves seleccionaron a Ricky en el draft de 2009, por delante de bases que están teniendo mejores carreras como el propio Curry o Brandon Jennings, las esperanzas se dispararon en la ciudad de Minneapolis. Un fenómeno mundial que superaba todo lo antes conocido se convertía en el ídolo de la ciudad y en la referencia de una franquicia sin que se hubiera enfundado ni por un segundo la camiseta del equipo.     

La historia de una carrera que recién se iniciaba. Pocos capítulos, pero escritos todos ellos en letras doradas y convertidos todos, por supuesto, en best seller. Records de precocidad en la ACB con el Juventut, su fascinante participación en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, una visión de juego comparable con las mejores de la historia.

Y una elección. Tal vez los primeros renglones torcidos de su carrera. Un traspaso al Barcelona por 3.7 millones de euros, por supuesto el más caro de la historia del baloncesto español. La carrera de Ricky, todo a lo grande.

En el Barcelona vivió a caballo entre el éxito colectivo y la decepción individual provocada por un estilo de juego que no era el suyo y que jamás lo iba a ser. Xavi Pascual quiso coger las riendas de un pura sangre y Ricky perdió la sonrisa, el vértigo que le caracterizaba. Fueron dos temporadas difíciles en los que la percepción que tenían los aficionados europeos de él cambió, todo lo contrario que al otro lado del charco, donde los fans de los Wolves seguían esperándole como salvador de la franquicia.    

A pesar del desencanto a nivel individual que le provocaron las dos temporadas en el Barcelona, Rubio engrosó su colección de títulos antes de emprender el viaje a la NBA.

Vía Barcelona
Rubio finally joins wolf pack”. Año 2011. Ricky se une por fin a la manada de lobos. Ni tan siquiera las dos temporadas discretas en el Barcelona apagan el fuego en Minneapolis. Ricky Rubio llega a su nueva casa con la mochila cargada de responsabilidad. El único tiempo que se le permite se lo otorga el lockout de la NBA, que demora el inicio de la competición hasta finales de diciembre.

El 26 de diciembre y frente a OKC se produce el debut, en Minneapolis, su nueva casa. Tan buenas fueron las sensaciones y vibraciones que dejo en la cancha, tal fue el flechazo que la afición sintió con él solo con verlo correr y poner balones imposibles que lo que menos importaron fueron los números, más allá de que estos fueran decentes (6 puntos y 6 asistencias).

Ricky Rubio pintaba un lienzo y olvidaba así, de un plumazo, sus dos años en el Barcelona. Era el pistoletazo de salida a una carrera que se suponía le iba a llevar al estrellato de la NBA y a consolidarse como uno de los mejores bases del planeta. 
    
Han pasado cuatro años y más de un mes y Ricky Rubio visualiza aún desde la lejanía la playa de las estrellas.

Hubo un tiempo en que ni siquiera el tiro importó. Le valía con jugar a 200 por hora. Como si fuera fácil. Una lesión, el ancla se suelta. Otro problema físico y el ancla sigue descendiendo. Cientos de tiros y ya no hay nada ni nadie que frene el desastre. Ricky Rubio está anclado a 35 kilómetros de la orilla. 35, como el porcentaje de acierto en tiros de campo que atesora esta temporada.

Las estadísticas, frías e implacables, hablan claro en este aspecto y no dejan a Ricky en muy buen lugar. 


El 36.4% de acierto en tiros de campo que luce en sus años de carrera en Estados Unidos es el peor en los últimos 40 años para un jugador que haya intentado al menos 1500 tiros. Dramático. Como ver los nombres que le acompañan en el Top 10: Daequan Cook, Ronnie Price, Eddie Griffin, Darrick Martin, Rafer Alston, Mark Makon, Trey Burke (¡!!), Lindsey Hunter y Bob Love.

El peor tirador de los últimos 40 años/ Basketball Reference
Una comparación directa con sus coetáneos en el tiempo y semejantes en posición le deja aún en peor lugar.

Estableciendo la base de al menos 300 tiros en la temporada, menos para la 2014-2015 en la que solo jugó 22 partidos, sus porcentajes quedan clasificados de la siguiente manera entre todos los bases de la liga:

Situación de los porcentajes de tiro de Ricky entre los bases de la liga
Y claro, una cosa es hablar de Ricky Rubio como un jugador con problemas en sus porcentajes de tiro y otra cosa bien distinta es decir que el base de los Wolves es el peor tirador en los últimos 40 años de NBA. Y las estadísticas están ahí.

El tiempo se acaba para Ricky, al menos en Minnesota. Los Wolves han demostrado tener paciencia y confianza en él y le otorgaron un contrato, más con miras a lo que podía llegar a ser que en lo que era en ese momento. Y el base catalán no ha respondido. Aunque probablemente la llegada de un entrenador como Sam Mitchell tampoco haya ayudado en exceso en su proceso de crecimiento, las excusas se le acabaron hace ya mucho tiempo a Rubio.

Viéndole jugar actualmente y recordando sus mejores momentos en la NBA se establece una sensación, un pensamiento, en aquel que lo visiona: Jugando a altas velocidades, Ricky Rubio está  dentro de la élite de bases de la NBA. Sin embargo, cuando la velocidad baja de esos 200 kilómetros por hora, se convierte en un jugador del montón.

Parece obvio que las altas velocidades están olvidadas para Ricky. La respuesta a qué le puede llevar al estrellato jugando a ritmos normales es la que os estáis imaginando: el acierto en el tiro.

Y en esas esta Ricky Rubio, intentando descifrar el misterio de cómo conseguirlo.

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