Nadie
va a venir a hablarle de altas expectativas a Ricky Rubio. Las ha soportado
desde que debutara con 14 años en la ACB. Quizá desde antes. El niño prodigio.
El representante de una nueva generación. El protagonista de ríos de tinta y de
miles de críticas, tanto positivas como negativas.
Por
eso debuta en la NBA y parece que haya pertenecido a la liga desde el primer
día que puso un balón en el parqué.
Por
eso se toma con naturalidad que uno de los mejores pivots de la historia le compare
con el mítico Pistol Pete Maravich en pleno All Star.
Por
poner algunos ejemplos.
A
fecha de hoy, Ricky Rubio está inmerso en un círculo vicioso del que parece
cada día, cada temporada, más difícil salir. Alterna veranos de trabajo con
expertos en el tiro con temporadas en los que su porcentaje de acierto no
levanta el vuelo, cuando no se hunde aún más.
Vía Getty Images |
El
cuento de hadas con el que empezó su andadura en la NBA hace tiempo que se
acabó. Nos lo devoramos los aficionados y se lo devoró él por su incapacidad para
poner fin a un problema que no le abandona, que le persigue a cada cancha que
visita. En algún momento, Ricky Rubio dejó de ser el Mesías. En algún momento,
Ricky Rubio se convirtió en poco menos que Lucifer.
El
baloncesto es un juego de confianza. Ver bailar con el balón a Stephen
Curry, ver defender un uno contra uno a
Kawhi Leonard, disfrutar del resplandor en el que se convierte Russell
Westbrook cuando cruza la cancha u observar lanzar a Kevin Durant son irrefutables
pruebas de ello.
Sin
ese preciado tesoro las piernas no responden, la muñeca tiembla, el aro se
cierra a un diámetro imposible de abordar. No es posible jugar bien sin
confianza. Y Ricky Rubio es la mejor imagen de esta máxima actualmente.
Pero,
retrotraigámonos al inicio de la historia antes de abordar la actualidad del
jugador de El Masnou.
Cuando
los Wolves seleccionaron a Ricky en el draft de 2009, por delante de bases que
están teniendo mejores carreras como el propio Curry o Brandon Jennings, las
esperanzas se dispararon en la ciudad de Minneapolis. Un fenómeno mundial que
superaba todo lo antes conocido se convertía en el ídolo de la ciudad y en la
referencia de una franquicia sin que se hubiera enfundado ni por un segundo la
camiseta del equipo.
La
historia de una carrera que recién se iniciaba. Pocos capítulos, pero escritos
todos ellos en letras doradas y convertidos todos, por supuesto, en best seller.
Records de precocidad en la ACB con el Juventut, su fascinante participación en
los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, una visión de juego comparable con las
mejores de la historia.
Y
una elección. Tal vez los primeros renglones torcidos de su carrera. Un
traspaso al Barcelona por 3.7 millones de euros, por supuesto el más caro de la
historia del baloncesto español. La carrera de Ricky, todo a lo grande.
En
el Barcelona vivió a caballo entre el éxito colectivo y la decepción individual
provocada por un estilo de juego que no era el suyo y que jamás lo iba a ser.
Xavi Pascual quiso coger las riendas de un pura sangre y Ricky perdió la
sonrisa, el vértigo que le caracterizaba. Fueron dos temporadas difíciles en
los que la percepción que tenían los aficionados europeos de él cambió, todo lo
contrario que al otro lado del charco, donde los fans de los Wolves seguían
esperándole como salvador de la franquicia.
A
pesar del desencanto a nivel individual que le provocaron las dos temporadas en
el Barcelona, Rubio engrosó su colección de títulos antes de emprender el viaje
a la NBA.
“Rubio finally joins wolf pack”. Año
2011. Ricky se une por fin a la manada de lobos. Ni tan siquiera las dos
temporadas discretas en el Barcelona apagan el fuego en Minneapolis. Ricky
Rubio llega a su nueva casa con la mochila cargada de responsabilidad. El único
tiempo que se le permite se lo otorga el lockout de la NBA, que demora el
inicio de la competición hasta finales de diciembre.
Vía Barcelona |
El
26 de diciembre y frente a OKC se produce el debut, en Minneapolis, su nueva
casa. Tan buenas fueron las sensaciones y vibraciones que dejo en la cancha,
tal fue el flechazo que la afición sintió con él solo con verlo correr y poner
balones imposibles que lo que menos importaron fueron los números, más allá de
que estos fueran decentes (6 puntos y 6 asistencias).
Ricky
Rubio pintaba un lienzo y olvidaba así, de un plumazo, sus dos años en el
Barcelona. Era el pistoletazo de salida a una carrera que se suponía le iba a
llevar al estrellato de la NBA y a consolidarse como uno de los mejores bases
del planeta.
Han
pasado cuatro años y más de un mes y Ricky Rubio visualiza aún desde la lejanía la
playa de las estrellas.
Hubo
un tiempo en que ni siquiera el tiro importó. Le valía con jugar a 200 por
hora. Como si fuera fácil. Una lesión, el ancla se suelta. Otro problema físico
y el ancla sigue descendiendo. Cientos de tiros y ya no hay nada ni nadie que
frene el desastre. Ricky Rubio está anclado a 35 kilómetros de la orilla. 35,
como el porcentaje de acierto en tiros de campo que atesora esta temporada.
Las
estadísticas, frías e implacables, hablan claro en este aspecto y no dejan a
Ricky en muy buen lugar.
El
36.4% de acierto en tiros de campo que luce en sus años de carrera en Estados
Unidos es el peor en los últimos 40 años para un jugador que haya intentado al
menos 1500 tiros. Dramático. Como ver los nombres que le acompañan en el Top
10: Daequan Cook, Ronnie Price, Eddie Griffin, Darrick Martin, Rafer Alston,
Mark Makon, Trey Burke (¡!!), Lindsey Hunter y Bob Love.
El peor tirador de los últimos 40 años/ Basketball Reference |
Una
comparación directa con sus coetáneos en el tiempo y semejantes en posición le
deja aún en peor lugar.
Estableciendo
la base de al menos 300 tiros en la temporada, menos para la 2014-2015 en la
que solo jugó 22 partidos, sus porcentajes quedan clasificados de la siguiente
manera entre todos los bases de la liga:
Situación de los porcentajes de tiro de Ricky entre los bases de la liga |
Y
claro, una cosa es hablar de Ricky Rubio como un jugador con problemas en sus
porcentajes de tiro y otra cosa bien distinta es decir que el base de los
Wolves es el peor tirador en los últimos 40 años de NBA. Y las estadísticas
están ahí.
El
tiempo se acaba para Ricky, al menos en Minnesota. Los Wolves han demostrado
tener paciencia y confianza en él y le otorgaron un contrato, más con miras a
lo que podía llegar a ser que en lo que era en ese momento. Y el base catalán no
ha respondido. Aunque probablemente la llegada de un entrenador como Sam
Mitchell tampoco haya ayudado en exceso en su proceso de crecimiento, las
excusas se le acabaron hace ya mucho tiempo a Rubio.
Viéndole
jugar actualmente y recordando sus mejores momentos en la NBA se establece una
sensación, un pensamiento, en aquel que lo visiona: Jugando a altas
velocidades, Ricky Rubio está dentro de
la élite de bases de la NBA. Sin embargo, cuando la velocidad baja de esos 200 kilómetros por hora, se convierte en un jugador del montón.
Parece
obvio que las altas velocidades están olvidadas para Ricky. La respuesta a qué
le puede llevar al estrellato jugando a ritmos normales es la que os estáis imaginando:
el acierto en el tiro.
Y
en esas esta Ricky Rubio, intentando descifrar el misterio de cómo conseguirlo.
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